9 oct 2011

Cultura Científica

La actividad científica y tecnológica marca de manera definitiva las sociedades occidentales, como se puede observar en la salud, la alimentación, la vivienda, el transporte y las comunicaciones, en el ocio y en el trabajo, en la economía y en el ambiente. Pese a esta realidad, la ciencia no se ve reflejada en la cultura ciudadana. Por ello, desde la Academia y desde los entes planificadores del desarrollo se habla de la necesidad de aumentar la cultura científica de la población y se propone el uso de los medios de comunicación entre otros mecanismos para la práctica de lo que se ha denominado Comunicación Pública de la Ciencia. Para referirnos a la cultura científica tomaremos la definición de Leonardo Vaccarezza, para quien el concepto supone una amplitud de elementos en juego:

“Se entiende la cultura científica como comprensión de la dinámica social de la ciencia, de manera que se tejen, en una interrelación entre productores de conocimientos científicos y otros grupos sociales, todos ellos como partícipes del devenir de la cultura, produciendo significados cuyos orígenes y justificaciones provienen desde distintas prácticas, intereses, códigos normativos y relaciones de poder, entendiéndose como un devenir continuo.” (Vaccarezza: 2008:110).
El autor refiere a la necesidad de discutir la interrelación entre distintos procesos de construcción de la cultura científica de la sociedad, en la cual intervienen tanto los procesos de comunicación de los resultados y valores científicos, el conocimiento popular, la percepción social de las controversias entre expertos o la construcción social de interpretaciones sobre distintos aspectos relativos al conocimiento mismo. Se estima que la cultura científica apareció en Europa hace dos siglos, vinculada al poder político y a la manera de comunicar los avances de la ciencia, comunicación que se hacía, fundamentalmente, entre pares. Este modelo está lejos de los requerimientos de las sociedades contemporáneas, en las cuales la actividad científica está institucionalizada, financiada en buena medida por el Estado y con conexiones estrechas con otras instituciones. Por otra parte, hay mayor conciencia de la relación ciencia y solución de problemas. Tal como apuntan Morales y Porras (1991:25), en la actualidad, el deterioro de los recursos naturales es la mayor amenaza para la humanidad, pues genera fuertes problemas sociales, que pudieran encontrar respuesta en la socialización del conocimiento científico y en la incorporación de la sociedad al proceso de participación en la solución de estos problemas. La cultura científica de la sociedad se concreta en la manera como los individuos se relacionan con la actividad científica. Para Zamarrón (2006:139), una persona con cultura científica requiere contar con información pero también con una preparación y habilidades que le permitan situar el conocimiento en su esencia y su sentido. Entendemos que esto significa una capacidad de análisis y contextualización de lo que sucede en el mundo de la ciencia. Es decir, la cultura científica va más allá que la “alfabetización” en ciencia. Datos, conceptos, teorías, inventos, etc. forman parte de la información mínima de un ciudadano educado. Pero el concepto de cultura científica trasciende el acopio de información que podamos adquirir, que por demás siempre será poca para el caudal de conocimiento científico acumulado por la humanidad solamente en las últimas décadas. Más que el conocimiento, la comprensión de la ciencia como producción intelectual y social, son fundamentales para pensar en la cultura científica del ciudadano del siglo
XXI.
Está visto que la relación unidireccional de comunicar la ciencia de científico al ciudadano, con el puente del comunicador/educador/divulgador, también se ha afectado. La democracia actual exige relaciones dialógicas y eso significa que el ciudadano más que oídos también tiene cosas que decir y que sus preguntas poseen un valor de primer orden. Para C. Cortassa (2008:132) toda práctica que promueva la comprensión pública de la ciencia debe trascender el concepto de “educar” científicamente al público, como logros pedagógicos para superar la brecha cognitiva. En su lugar, debe contribuir la de sostener una relación entre expertos y legos que permita compartir diferencialmente el conocimiento y sobre esa base común, construir un diálogo más efectivo en la esfera pública. Un concepto vinculado a la cultura científica es el de alfabetización científica, a la cual se le adjudica una labor social de integración. Como lo explican Bertucci y Quirolo (2008:147): “La imagen tradicional de ciencia y tecnología vertiendo su saber en una sociedad que los recibe y valora positivamente, no se ajusta a la realidad presente; no cabe aceptar que ambas son ajenas a valoraciones, presiones e intereses que caracterizan la vida social.” Agregan que son numerosos los ejemplos de que el conocimiento científico y tecnológico tiene que ver con decisiones complejas, inclusive controvertidas y riesgosas, por lo cual debería darse un proceso de construcción dialéctica mutua entre Ciencia y Sociedad. Sin embargo, sin comunicación social de la ciencia es imposible alcanzar cultura científica. La necesidad de acrecentar esta cultura científica en la sociedad se vincula en los días actuales a la gobernanza. En el caso de la ciencia, este concepto aparece relacionado a la toma de decisiones sobre la orientación pública de la actividad científica, basada en la deliberación. Tal como plantea B. Estévez (2008:17) el principal supuesto de la gobernanza deliberativa es que las políticas de ciencia y tecnología son resultado de un intercambio entre comunidad científica y público, que trascienden el papel tradicional del ciudadano como simple receptor de los resultados de tales políticas.

Comentario: La actividad científica y tecnológica tiene una preponderancia indiscutible en las sociedades occidentales. En la salud, alimentación, vivienda, transporte y comunicaciones, en el ocio y en el trabajo, en la economía y en el ambiente, podemos detectar la presencia de la ciencia y sus derivaciones. Sin embargo, la ciencia no se ve reflejada en la cultura ciudadana. Por ello se habla de la necesidad de aumentar la cultura científica de la población y se propone el uso de los medios de comunicación en lo que se ha denominado Comunicación Pública de la Ciencia. Un análisis estadístico multivariante sobre los resultados de un estudio sobre percepción pública de la ciencia, la tecnología y la biotecnología en Mérida (Venezuela), encontró diferencias en las percepciones, que se relacionan con el nivel educativo, socioeconómico, conocimiento e información de las personas.


¿Puede un escéptico ser dogmático?
Desde una perspectiva positivista, vemos como Comte postula una oposición entre dogmáticos y escépticos. Dogmatismo y escepticismo se definen estas como actitudes más que como posiciones. Así, la vida humana puede existir en estado dogmático o en estado escéptico.
Pero la carencia de revisión y análisis de una determinada teoría aparece paradójicamente, en ciertas formas de escepticismo, de manera que es posible afirmar que algunos escépticos, en efecto, acaban siendo representantes del pensamiento dogmático.
En realidad, desde una perspectiva gnoseológica, el dogmatismo se opone más al criticismo que al escepticismo. Fue Kant quien más claramente opuso la crítica a la razón frente al dogmatismo metafísico. Podría decirse, en este sentido que el dogmatismo sería una suerte de fundamentalismo intelectual. Porque los dogmas expresan verdades ciertas, indudables que por definición, no son sujetas a ningún tipo de revisión o crítica.








COMENTARIO:



















Técnicas de pensamiento racional

Las técnicas de pensamiento racional son esquemas básicos, para desarrollar nuestras aptitudes frente a los acontecimientos problemáticos, que nos causan respuestas emocionales que pueden sabotear nuestros objetivos profesionales o empresariales. Desde la óptica de la RET -Terapia Racional Emotiva- de Albert Ellis. Los esquemas de pensamiento habituales,suelen estar muy consolidaddos en los individuos adultos,por lo que dichos cambios exigen esfuerzo y compromiso.Pero si nuestra problemática no es extrema podemos intentarlo por nuestra cuenta. Para el individuo, el renunciar a las formas actuales de pensamiento, aunque nos perjudiquen, implican temores generados por la inseguridad ante nuevas formas de pensar y la pereza mental ante el esfuerzo que supone el cambio.Pero si queremos el cambio debemos plantearnos lo que es ilógico y falso acerca de las filosofías o visiones de vida que refuerzan las perturbaciones.Tomar conciencia de las consecuencias contraproducentes de nuestras ideas irracionales.Buscar desarrollar ideas nuevas y alternativas. Convencernos de la lógica que hay detrás, y de los beneficios de las nuevas formas de ver nuestra situación. Y por tanto a comprometernos en el cambio.Si no lo logramos y es una situación perturbadora en nuestra vida cotidiana, no debemos desalentarnos y buscaremos ayuda especializada. El cambio supone un debate y fortalecimiento del cambio. Nuestro análisis personal -desde la óptica de la RET- lo deberemos analizar en tres bloques. En primer lugar, los acontecimientos problemáticos, después nuestras creencias hacia ellos y finalmente nuestras respuestas emocionales.Es muy importante que dicho proceso lo realicemos con papel y bolígrafo. Crearemos tres columnas y anotaremos en cada una de ellas los acontecimientos desestabilizadores,la creencias personales, y las respuestas emocionales que por nuestra parte llevamos a cabo.Una vez escritos dichos apartados debemos analizar si esa creencia nos beneficia o dificulta la posibilidad de superación. Muchos de nuestros problemas vienen de una falta de toma de conciencia de nuestros estilos de pensamiento.Con este sencillo ejercicio podemos empezar a mejorar.

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