9 oct 2011

DOGMAS Y DOGMATISMOS.

LOS DOGMAS, son ideologías, promovidas y sostenidas por asociaciones u organizaciones cuyos objetivos están orientados para influenciar a los ciudadanos y someter las conductas humanas, y conseguir con manipulación la aceptación de aquellos que se someten al líder.
El Dogma, que puede ser religioso, político u social, las creencias no están sujetas a prueba de veracidad, bajo el concepto de un supuesto interés natural o sobrenatural dominan o intentan dominar las sociedades ofreciéndoles alcanzar un bienestar o utilidad universal, ofreciendo unos beneficios cuando sus seguidores, adeptos, o simpatizantes, cumplen las normativas y doctrinas de los lideres dogmáticos.
En su origen el término dogma podía significar también una norma o decreto emitido por una autoridad, o una opinión característica de una escuela filosófica, dogma palabra adquirió su significado principal, para el dogma teológico, del que derivan por analogía, el resto de los usos habituales. Serían así dogmas no sólo las llamadas verdades de cualquier religión, sino cualquier otra creencia política y social que es proclamada verdad indiscutible.
En algunas oportunidades, muchas creencias no religiosas son descritas como dogmas en campos como la política, la filosofía y los temas sociales. El término dogmático conlleva en su significado que dicha creencia es llevada de forma acrílica y conformista, y tiene connotaciones negativas. Los dogmas, por otra parte, son vistos como la antítesis del pensamiento analítico científico debido a que la mayoría de los dogmas pueden ser rehusados si son analizados a fondo. También puede verse el uso peyorativo del concepto cuando se quiere hacer ver que una tesis no tiene fundamento real, y se la califica de dogmática.
La palabra «dogma», de origen griego, significa ‘doctrina fijada’. Para los primeros filósofos significó ‘opinión’. El dogmatismo, es una escuela filosófica que «considera a la razón humana capaz de conocer la verdad, siempre que se sujete a métodos y orden en la investigación, dando por supuestas la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto». Por extensión, el término dogmatismo designa la tendencia a erigir fórmulas que expresan conocimientos en verdades indiscutibles, al margen del estudio, de la crítica y del debate.
El fin del dogmatismo, es transformar la voluntad del pueblo libre en una decisión acondicionada que siendo impuesta parezca propia y natural.

Los adoctrinamientos o la enseñanza de los dogmas, se imparte a los grupos, según la posición de las sociedades dogmáticas:
· Si están incluidos en el Estado se forzara a una educación sometida a que se incluyan los principios y creencias idealizadas en las costumbres y cultura.
· Si no están incluidas en la dirección del estado, hacen proselitismo mediante la difusión de mensajes por todos los medios posibles, explicando sus creencias y la felicidad que alcanzara la sociedad dominando al resto.
Los seguidores dogmáticos se convierten en secta, cuando exhiben una devoción excesiva y admiten a grupos radicalizados que pueden llegar bajo la orientación de los líderes a la violencia siguiendo sus instrucciones.
Cuando la idea de dominar a otros seres humanos es muy fuerte, el líder en su ambición manipula para alcanzar los objetivos empleando técnicas antitéticas para conseguir sus fines y controlar a sus adeptos. Los grupos más fanáticosse apoyan en conceptos cerrados, conservadores, ajenos a la moderna pluralidad, sin aceptar tolerancias, radicales en sus ideas políticas o religiosas, separados del mundo y de la sociedad a la que no respetan.
En muchos casos se atraen a los nuevos miembros predicando soluciones fáciles a los problemas de la vida, salidas inmediatas a situaciones de opresión personal o crisis económicas, ofreciendo el pasaporte a la felicidad con frases de iluminación exaltada. Los seguidores obedecen ciegamente el dogma, sin espacio para opiniones o sentimientos personales de libertad de criterios, abandonando gradualmente el propio discernimiento.
La dogmática en política trata de evitar los costos que implica modificar ideas viejas o aceptar ideas nuevas. Es concebir el proceso político como mantenimiento de una estrategia considerada ortodoxa, identificada con la “verdad”.




“EDUCACIÓN Y CULTURA CIENTÍFICA”
En el siglo XXI nadie pone en duda el carácter cultural de la ciencia, el hecho de que se trate de una construcción social o su importancia en la vida cotidiana. La ciencia impregna casi todas nuestras acciones, nuestros hábitos y tareas. Determina acontecimientos, conversaciones y es, el argumento del desarrollo y del bienestar, a la vez que principio de temores e incertidumbres. Por ello, el conocimiento científico, debe ser en la actualidad parte esencial del saber de las personas, de manera que permita interpretar la realidad con racionalidad y libertad, ayude a construir opiniones libres y a dotarnos de argumentos para tomar decisiones. Hablamos de alfabetización científica, de convertir la educación científica en parte esencial de la educación general de todas las personas.
Resulta llamativa la escasa formación científica de una sociedad que tanto dice valorar y admirar los avances de la ciencia. La ignorancia de lo científico, de su utilidad y de las limitaciones y exigencias de la verdad científica, se constata en numerosas situaciones de la vida diaria, en la superficialidad con que se tratan los temas científicos en general y en la aceptación social que hoy tienen algunas creencias o pseudociencias. Hay personas que aceptan como normal y hasta cierto punto inevitable el hecho de que los conocimientos científicos sólo estén al alcance de minorías muy capacitadas.
La complejidad del mundo que nos ha tocado vivir en este siglo recién estrenado, es cada vez más evidente y también lo son los problemas –antiguos y nuevos- a los que se enfrenta la humanidad: los recursos energéticos, la salud, la alimentación, las relaciones entre los diversos grupos sociales, el crecimiento de la población, la pérdida de diversidad, etc.
En muchos de ellos tiene una influencia clara el desarrollo científico y tecnológico y no es baladí la discusión sobre qué investigaciones priorizar, qué naturaleza debe tener dicha investigación, cómo usar los resultados que produzca y qué agentes sociales deben tomar tales decisiones. Éste es un debate muy importante, en el que la ciudadanía debe participar y, para ello, no sólo debe estar informada, sino también formada.
Este acceso a la información puede darse en distintos ámbitos, pero, parece claro, que uno de los contextos donde se debe facilitar una formación básica de las personas en este terreno es en la escuela.
La enseñanza de las ciencias en España ha sufrido notables cambios, tanto en sus contenidos como en el enfoque con que se fueron presentando desde que a mediados del siglo XIX se incluyeron en la segunda enseñanza. Aunque hoy nadie discute la necesidad de su presencia en los currículos escolares, por la importancia que tienen la ciencia y sus aplicaciones en el mundo actual, existe una cierta preocupación social, especialmente en ámbitos científicos y educativos, por la educación científica que se recibe en las aulas.


EL PENSAMIENTO RACIONAL O EL CORAJE DE ACEPTAR LAS PROPIAS LIMITACIONES
LA GRECIA ARCAICA Y LA CIUDAD DE MILETO
El primer despuntar del mundo griego acontece con la cultura cretense (hacia finales del tercer milenio), a la que sigue la llamada cultura minoica, desde el 2.000 hasta mediados de milenio, en la que surge la floreciente cultura micénica (entre1600 y 1200). Posteriormente, bajo la if1uencia del pueblo dorio, Grecia entra en una época oscura (1200-800).
Por aquel entonces Grecia era un conglomerado heterogéneo de pequeñas ciudades autónomas ("polis"; en plural "poleis"), bastante aisladas entre sí y dedicadas mayoritariamente a la agricultura, así como también al comercio y la navegación. Sin embargo, a pesar de su aislamiento e independencia, sus habitantes se consideraban a sí mismos "helenos" (frente a los demás, que eran "bárbaros"), pues tenían en común un mismo idioma, unas técnicas y costumbres bastante parecidas, así como una cierta religión bastante sui generis, sin dogmas estrictos ni sacerdotes. Al igual que en otras culturas, cada polis tenía su dios autóctono, con su culto, templo y festivales propios, aunque también existían santuarios comunes (como el de Delfos y el de Olimpia, donde se celebraban cada cuatro años los Juegos Olímpicos).
El pensamiento griego se movía primordialmente dentro del modelo mítico. Homero había incluido en la Iliada y la Odisea muchos elementos mitológicos populares, situados en un tiempo remoto y primordial, pero fue Hesiodo, nacido hacia la segunda mitad del siglo VIII antes de nuestra era, el que intentó ordenar y sistematizar los numerosos mitos existentes en el mundo griego.
Especialmente en su obra “Teogonía”, Hesíodo afirma que al principio todo era caos, del que proceden todos los seres, incluidos todos los dioses. Hesíodo lleva a cabo un minucioso y profuso relato del origen de cada dios y de cada uno de sus parientes y descendientes, con ciertos detalles e interpretaciones que recuerdan algunos mitos mesopotámicos.
Esta actitud mitológica se vio posteriormente reducida gracias a la obra de algunos pensadores, mayoritariamente jonios. Así, por ejemplo, Heródoto (484-425, aprox.) y sobre todo Tucídides (nacido en Atenas alrededor del 460), manifiestan una voluntad de narrar hechos con una mayor objetividad y apoyándose en fuentes directas e indirectas fidedignas. Sin embargo, siguen creyendo que los dioses
rigen los destinos y los acontecimientos, además de exagerar y manipular bastantes datos de sus historias.
Sobre estas mismas fechas (460 antes de nuestra era) surge también la figura de Hipócrates, considerado padre de la medicina y autor del llamado “Hábeas Hippocraticum”. Convierte el curanderismo y las prácticas mágicas en un saber racional del cuerpo humano y de los elementos que cooperan a la salud o a la enfermedad. Concede gran importancia a la observación de los síntomas empíricos del enfermo, si bien soslaya esta recomendación en su archiconocida de los cuatro humores o elementos fluidos fundamentales del cuerpo humano (sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema) de cuya combinación y equilibrio depende no sólo la salud, sino también el temperamento de cada individuo.
Es obvio, por tanto, que el pensamiento de la Grecia arcaica era aún eminentemente mítico. Ahora bien, si la vida humana y la naturaleza entera se ven regidas sobre todo por el destino y la fatalidad, por la voluntad –a veces sumamente arbitraria- de los dioses, por fuerzas mágicas y ajenas al control humano y a las leyes de la naturaleza, la ciencia y el pensamientos racional son entonces imposibles.
Sin embargo, hacia el siglo VI antes de nuestra era, bajo el dominio hegemónico de la gran Persia, ocurrió algo portentoso en Mileto, una de las ciudades más florecientes y vitales de la Jonia (en la línea divisoria entre el mundo griego y el imperio persa), en plena costa anatolia del Egeo.
Tenían, pues, muchas preguntas y casi ninguna respuesta, pero estas carencias no les arredraron. Muy al contrario, lejos de cejar en su empeño, en vez de recurrir a los relatos y las tradiciones míticas, a los ritos mágicos, a las artes adivinatorias o a cualquier otra suerte de superstición, emplearon básicamente su inteligencia, sólo su inteligencia y nada más que su inteligencia. A la vista de los resultados obtenidos, muy poco aportaron objetivamente a la historia de los descubrimientos científicos, pero en cualquier caso tuvieron el innegable coraje de enfrentarse racionalmente al mundo asumiendo las limitaciones que su postura conllevaba.
Mucho se ha escrito sobre la mayor o menor originalidad del pensamiento racional jonio(y griego), así como de sus deudas con respecto a otras culturas, especialmente la mesopotámica, la egipcia y la fenicia. El hecho es que en Jonia se produce por primera vez el intento de plantearse preguntas y de hallar respuestas por sí mismos, recurriendo exclusivamente a su capacidad racional, y no a las tradiciones del pensamiento mítico.
Los griegos en general y los jonios en particular tuvieron la inmensa fortuna de poder pensar sin la presión de las escuelas y de los santones y ascetas hindúes, sin la supervisión de los puntillosos y escrupulosos funcionarios chinos, sin la vigilancia de la clase sacerdotal y cortesana egipcia y sin el peso abrumador del mundo mítico y religioso en la política y la sociedad mesopotámicas. Los jonios conocían mundo, sabían de su diversidad, se movían con entera libertad por tierra
y por mar, hablaban de lo divino y de lo humano sin censuras y sin dogmas que

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